domingo, 11 de diciembre de 2011

RAZONES JURÍDICAS DEL PACIFISMO- Ferrajoli-



Cuando el profesor nos repartió en clase una lista sobre libros y nos dijo que podíamos ir más allá y elegir alguno que estuviéramos leyendo, a mi enseguida me vino a la cabeza este libro, es un libro que empece a leer cuando empezó el curso y que me gustaría compartir con vosotros. Es un libro basado más en derecho, con términos jurídicos, no es muy dificil de leer, ni requiere un alto lenguaje jurídico; ahora bien, Luigui Ferrajoli es un filosofo del Derecho y su obra esta marcada por la filosofía del derecho. 

Para hablar del pacifismo y de sus razones jurídicas, cuatro son los conflictos bélicos acaecidos en las dos últimas décadas del siglo XX que el autor analiza:

  • La PRIMERA GUERRA DEL GOLFO (contra Iraq, 1991).
  •  La intervención de la OTAN en los BALCANES (1999).
  •  El ataque a AFGANISTÁN (2001).
  •  La invasión de IRAQ (2003).
En este libro Ferrajoli hace un análisis de las nuevas guerras, una serie de conflictos bélicos que todos recordamos en detalle por su carácter reciente, por haberlos vivido en primera persona, conociéndolos de primera mano en los noticiarios y periódicos, y lo hace de forma clara y valiente, sin circunloquios, realizando una crítica de los elementos que en cada caso se pusieron en juego y que motivaron que finalmente se recurriera a la peor de las alternativas para solucionar el conflicto, a aquélla que nunca funciona: la guerra. En este sentido el autor además de criticar las circunstancias particulares de cada una de estas intervenciones, con carácter general se opone a la mayor, es decir, rechaza cualquier guerra. Lo más destacable, y que en mi opinión constituye un valor añadido del pensamiento de Ferrajoli, es que ese rechazo, así como cualquiera de las soluciones que el autor plantea, la presenta desde estrictas bases jurídicas.


Ferrajoli es de este modo un extraordinario valedor del derecho en mayúsculas como herramienta fundamental para solucionar las discrepancias, para reconocer derechos a las personas, para garantizar su efectividad. Es además un defensor a ultranza de las instituciones y organizaciones internacionales, frente a todos los planteamientos que en el otro extremo denuncian el agotamiento y la escasa eficacia de tales organismos, basándose en el pobre papel que han jugado en las crisis a escala mundial habidas en los últimos tiempos. De ahí que su pacifismo pueda calificarse de institucional, por la defensa encarnizada que el autor realiza particularmente de la ONU, pero también de otras organizaciones como la FAO o la UNESCO.

Este es uno de los elementos a destacar de su pensamiento, en mi opinión. Un segundo factor que considero importante es la defensa que realiza de elementos clásicos, con moldes nuevos, con engranajes novedosos; defiende su utilización sobre nuevas bases de funcionamiento. En este caso se encuentran las organizaciones internaciones, ya mencionadas, su normativa, así como otros organismos como un Tribunal o Corte internacional, para el cual propugna ciertas reformas. Este modo de pensar es muy positivo, porque supone una voluntad y un esfuerzo de análisis de qué es aquello que no ha marchado bien en alternativas que conservan casi  intactos su valor y virtualidad.

La dimensión internacional de sus propuestas creo que es también un factor acertado en el complejo de ideas que constituyen su pensamiento en torno al pacifismo y a la construcción de un nuevo orden mundial. En este sentido, Ferrajoli diseña un perfil realista de la actual situación, en la que el Estado nacional ya no puede dar respuestas a muchos de los problemas existentes, y en la que cualquier alternativa de actuación, en un mundo global, debe provenir, plantearse y sobre todo garantizarse desde un prisma internacional.

Finalmente, hay dos ideas novedosas, o al menos formuladas en términos poco habituales, en su planteamiento, que tienen además un cierto talante revolucionario, y que no pueden sino tacharse de ciertas.

La primera es constatar la limitación actual que el concepto de ciudadanía entraña a la hora de consagrar y defender los derechos de las personas, lo que priva a enormes cantidades de seres humanos de derechos básicos, de lo que hoy conocemos como derechos humanos. Es un planteamiento ciertamente hipócrita el de los Estados occidentales, que defienden a boca llena la democracia y la libertad, mientras recortan su alcance al mero territorio que dibujan las fronteras y que completa el concepto de ciudadanía.

La segunda cuestión es la confirmación de que en nuestros días, la extensión de los derechos humanos y la solución a problemas como el hambre, la miseria, etc., son la única opción para mantener cualquier orden internacional, dado que tales problemas, así como otros no menos importantes, como el terrorismo, la difícil sostenibilidad de los recursos y su agotamiento, el integrismo, etc., sólo se encauzarán a través del respeto a los derechos humanos, de la consideración de lo diverso, y de la consagración de tales derechos a nivel internacional, enlazando con los planteamientos anteriores.

Todas las ideas anteriormente apuntadas del pensamiento de Ferrajoli me parecen muy acertadas, igual que lo es la coherencia de sus ideas, que siguen una serie de líneas maestras y sin fisuras a lo largo de todos sus textos.

Quizá la única crítica, que no es tal, sino más bien una observación, es la dificultad práctica de sus planteamientos, sin por ello suponga tacharlos de idealistas ni menos aún de irrealizables. Por el contrario, es deseable que desde el mundo de la ciencia jurídica se propongan alternativas justas, por más que supongan grandes retos. Éste desde luego lo es, constituye un reto extraordinario, porque la construcción de un nuevo orden internacional que logre superar los intereses particulares de los Estados individuales parece hoy, cuanto menos, difícil. Y todavía lo será más ante una situación de contraposición extrema y violenta de intereses.

Las dificultades a sortear no obstan a mantener como válida la alternativa del derecho, de la protección jurídica y regulación de los diversos intereses en juego, de la prevención de los conflictos mediante normas, y de la efectividad y garantía de las mismas a través de instrumentos de orden mundial, como el derecho internacional, un Tribunal internacional con competencias extensas e instituciones internacionales así mismo efectivas. Si los problemas son, hoy, globales, la solución, además de jurídica, debe de tener un alcance internacional. Ferrajoli así lo entiende, y ambas cuestiones son, en definitiva, los ejes de su pensamiento de su pacifismo militante.

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